1915. Eres un soldado aliado en las trincheras del frente occidental. La mañana comenzó sin mayor novedad. Entonces, ves una cortina de humo verde-amarillento que se aproxima a tu posición, tus superiores te ordenan que defiendas tu trinchera ¡los alemanes van a avanzar!
Escuchas que algunos de tus compañeros comienzan a toser. Primero de a poco y después incontrolablemente. ¡Eso es tóxico! ¿Qué hacemos? ¡Huir! ¡Vámonos muchachos! Es el arma más temida de todas las usadas de la Gran Guerra: ¡GAS!
Durante la Primera Guerra Mundial, se utilizaron por primera vez (o por primera vez a gran escala) muchas armas que se consideran modernas: Tanques, aviones, submarinos, lanzallamas, ametralladoras y muchas más, tal y como lo platicamos aquí. Pero, el arma más temida por los soldados de línea, por mucho, era el gas.
El fantasma que camina (y ahoga)
A veces visible y a veces no, a veces perceptible solamente por el olfato, a veces letal y la mayoría de las veces solo incapacitante, el peor de los escenarios para los soldados era verse en la necesidad de protegerse contra la nada, un enemigo que no siempre se veía y que podía llegar a matarte.
Las armas químicas son conocidas desde hace mucho tiempo, puesto que se usaron diferentes tipos de “armas envenenadas” incluso desde la antigüedad. Ya desde el siglo XVII, con la firma del Acuerdo de Estrasburgo entre el Sacro Imperio Romano Germano y Francia, se convenía la prohibición de usar “balas envenenadas”.
Para finales del siglo XIX y principios del XX, se firmaron las Convenciones de La Haya I y II, donde, entre otras cosas, se prohibía el uso de proyectiles cuyo único propósito era esparcir gases asfixiantes o venenosos. Y aunque todos los poderes que se verían enfrentados en la Gran Guerra firmaron y ratificaron las convenciones, menos los Estados Unidos, ninguno de ellos las respetaría a cabalidad durante la conflagración.
¿Alguien llamó a los antimotines?
Así las cosas, al principio de la guerra, en agosto de 1914, los franceses utilizaron granadas con gases lacrimógenos en contra de los alemanes. A principios del año siguiente (1915), los alemanes lanzaron miles de ojivas con gas lacrimógeno en contra de los rusos en la localidad polaca de Bolimov, pero las ojivas no propagaron el gas, dadas las temperaturas bajas en el campo de batalla.
¿En serio crees que el (dióxido de) cloro es bueno para ti?
La primera vez que se utilizó un gas eminentemente asfixiante, fue durante la primera batalla de Ypres, el 22 de abril de 1915. Los alemanes soltaron el gas cloro desde tanques presurizados, ayudados por el viento, permitiendo que éste invadiera las trincheras franco-argelinas.
Como se dijo al principio de este artículo, los oficiales franceses pensaron que se trataba de una simple cortina de humo que cubriría el avance de las tropas alemanas, por lo que ordenaron a sus efectivos defender las trincheras a toda costa.
Sin embargo, al poco tiempo los soldados comenzaron a sentir los efectos del gas cloro, causando pánico entre las líneas y provocando una huida masiva de las tropas aliadas. Al final, ni siquiera los alemanes supieron aprovechar el éxito rotundo al romper la defensa aliada y no intentaron tomar la posición “gaseada”.
Esto apenas va comenzando
Lo anterior es solamente un ejemplo de los hechos sucedidos con la guerra química durante la Primera Guerra Mundial. ¿Qué gases se usaron? ¿En realidad era tan letal como se temía? ¿Cómo se defendían los soldados contra este enemigo invisible?
Las respuestas a todas estas preguntas, las veremos en nuestra próxima entrada.
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