Extraños hombres blancos llegaron a las costas de lo que hoy es conocido como América. Consigo, traen cosas jamás vistas de este lado del Atlántico: animales, armaduras relucientes sobre su piel y más importante: Traen armas que resuenan como el trueno y escupen fuego de sus fauces.
Como lo vimos en nuestra entrada anterior, los chinos inventaron la pólvora alrededor del siglo IX. Fueron las hordas de Gengis Khan las que llevaron las armas chinas al mundo. Al llegar a Europa, estas armas despertaron la curiosidad de los militares.
Todas las armas de fuego que se utilizaron hasta bien entrado el siglo XIX, eran de avancarga. Es decir, se cargaban por el frente del arma, por el cañón.
El cañón de mano
La primera arma que se utilizó en cantidades importantes, era llamada cañón de mano. Básicamente, era un tubo de metal de lo largo de una pistola moderna, que se encontraba empotrada en un palo de madera, de lo largo de una lanza.
La pólvora se quemaba directamente desde fuera del cañón, por un oído, sin ningún mecanismo de disparo.
Extremadamente tardado de cargar, no muy poderoso y terriblemente impreciso, el cañón de mano fue el primer artilugio empleado en las guerras europeas en el siglo XIV.
Pero antes había pasado desde China por toda Asia, los países musulmanes y finalmente llegó hasta los confines de Europa.
El arcabuz
La evolución del cañón de mano, es el arcabuz. Es un tubo de metal, más largo que el del cañón de mano, empotrado en una estructura de madera inspirada en la ballesta pesada medieval.
Al igual que la ballesta, el arcabuz cuenta con un gatillo, que acciona un mecanismo y permite el disparo. Aunque su rango efectivo no era de más de veinticinco metros y un alcance máximo de cincuenta, su uso revolucionaría por siempre la guerra.
Una combinación de arcabuceros con piqueros, propiciaron la hegemonía española en el campo de batalla en Europa y América, dominando a caballeros pesados franceses y piqueros suizos por igual, dando paso a los famosos tercios españoles.
El arcabuz, como todo invento humano, tenía sus puntos débiles: eran grandes y pesados. Algunos de ellos debían utilizar unas bases llamadas “horquillas” para poder dispararlas —y apuntarlas— correctamente.
Además, eran también lentas de cargar, poco precisas, con poco alcance efectivo y vulnerables a los elementos. Sin embargo, estas desventajas solían verse minimizadas por la conveniencia de su uso: era mucho más fácil entrenar a los soldados para usar arcabuces que, por ejemplo, arcos y flechas.
El mosquete
El mosquete es una mejora tecnológica sobre el arcabuz: Elimina definitivamente la necesidad de tener una mecha para encender la pólvora, su munición era más pesada que la de su antecesor y con el tiempo se hizo más ligero, con más alcance y mayor precisión que el arcabuz.
Ambos tipos de armas convivieron en el campo de batalla en el siglo XVII, imponiéndose finalmente el mosquete en el siguiente siglo, siendo utilizado hasta bien entrado el siglo XIX.
Debe decirse, que en tiempos del arcabucero, todavía convivían muchos tipos de soldados en el campo de batalla: Espadachines, jabalineros, piqueros, ballesteros y arqueros.
Con la llegada del mosquete, que al principio también debía usar horquilla pero que con el tiempo la pudo eliminar, los ejércitos se fueron estandarizando.
Asimismo, la invención de la bayoneta de cubo el mosquete se convertía en un arma bien situada para el combate a distancia como al de cuerpo a cuerpo, incluso para defenderse contra las devastadoras cargas de caballería.
Esta arma pelearía las guerras de independencia en el continente americano y las guerras napoleónicas.
Los ejércitos crecieron, y se pudieron entones movilizar gigantescos ejércitos como la Grande Armeé de Napoleón Bonaparte, quien movilizó a más de un millón y medio de hombres, en su apogeo.
Y la evolución natural de los mosquetes, los rifles, serían los encargados de armar a la infantería, en todavía más grandes números, a partir de la década de 1870. De eso hablaremos en nuestra próxima entrada.
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