Soldados se mueven en el cobijo de la noche sin luna. Como suspiros de los vientos que atraviesan los árboles, se escuchan apagadas detonaciones. Cumplen su misión envueltos en modernas armaduras de kevlar, fibra de carbono y acero de alta resistencia. Es el soldado de hoy.
Ya nada sería igual
Como lo vimos en nuestra entrada anterior, durante el siglo XX los soldados que pelearon las guerras mundiales pudieron llevar una cantidad de equipo incomparable con el de las guerras anteriores.
Al finalizar la segunda guerra mundial, las naciones vencedoras quedaron con montones de equipo, armas y vehículos de todos tipos que terminaron vendiendo a otras naciones.
¿Y ahora, qué hacemos con todo esto?
Si bien después de las guerras mundiales no hubo guerras tan grandes que se desperdigaran por todo el planeta, sí hubo muchos conflictos armados: la guerra de Corea, de Vietnam, de independencia de Indonesia, las guerras árabe-israelíes, guerras civiles en África y América Latina, entre muchos otros conflictos.
Tales conflictos regionales fueron los campos de experimentos para los nuevos desarrollos bélicos de la OTAN y la Unión Soviética.
Fue así que los tanques soviéticos se enfrentaron a los occidentales en las guerras de Israel contra los países árabes. También los estadounidenses probaron nuevas versiones del infame napalm y el arma química defoliante conocida como “agente naranja” en las selvas de Vietnam.
En esas condiciones, al soldado de a pie se le equipó con un nuevo tipo de rifle, que vio su nacimiento a finales de la Segunda Guerra Mundial: el rifle de asalto.
Del Sturmgewehr al M4 y AK-12
Inventado por los alemanes y mejorado por estadounidenses y soviéticos, el rifle de asalto le dio un poder sin precedentes a la infantería.
Ahora, un solo hombre tenía el mismo poder que un antiguo “fire team” compuesto por cuatro hombres, con el aprovechamiento de la cadencia de las nuevas armas y la versatilidad de sus cargadores de treinta tiros, en promedio.
Con el pasar de las décadas y el mejoramiento de los materiales, los soldados poco a poco comenzaron a recibir mejores equipos: uniformes, botas, fornituras y cascos más ligeros y resistentes y, para tiempos del fin de la guerra fría, comenzaron a estandarizarse en los ejércitos del mundo “armaduras modernas”.
Además, se estandarizó el uso de comunicaciones inalámbricas por medio de radios, que si bien se utilizaban desde la Segunda Guerra Mundial, la miniaturización de los componentes electrónicos en los años 60 y 70 propiciaron que cada soldado y vehículo pudiese tener su propio equipo de radio, en casi de así ser equipado.
La llegada de las telas sintéticas y las placas balísticas
Con la llegada de la última década del siglo XX, para minimizar las pérdidas humanas entre sus filas, los ejércitos occidentales comenzaron a equipar a sus tropas con chalecos fabricados con telas de alta calidad y placas balísticas.
Estas placas, están diseñadas para detener las balas; pero no son indestructibles. Algunas están fabricadas de cerámicas, otras de polímeros y metales. Suelen tener grosores variados, lo que cambia el grado de protección.
Asimismo, fueron inventadas telas sintéticas como el kevlar y el nomex, que si bien tampoco son indestructibles, son muy resistentes a los impactos o al calor intenso del fuego.
Combinaciones de éstas y otras fibras ahora brindan protección a los soldados de nuestros días.
Noche sin luna ¡no hay problema!
Uno de los accesorios que más nos impactan a los entusiastas de lo militar, son las miras y los lentes de visión nocturna.
Si bien desde finales de la Segunda Guerra Mundial se comenzaron a desarrollar dispositivos de este tipo, ha sido apenas en las últimas tres décadas que se han popularizado.
Ya en su cuarta generación, estos lentes de visión nocturna permiten ver en completa obscuridad como si la intensidad de la luz fuese la misma del astro sol.
Obviamente, sin la ventaja de distinguir colores, ya que suelen ser monocromáticos.
El futuro… ¿ya nos alcanzó?
El desarrollo de nuevas armas y equipos nunca se detiene. Ahora, los ejércitos de todo el mundo están desarrollando nuevas armaduras con realidades aumentadas en los cascos y que permitirán a los hombres dentro de ellos levantar pesos que naturalmente no podrían, gracias a sus exoesqueletos.
Suena a ciencia ficción, y sin embargo, hace tan solo ciento veinte años, la gente solamente soñaba con volar.
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